lunes, septiembre 26, 2011

LA FLAMA EN EL ESPEJO


La búsqueda de la realidad sensible a través de la Gracias y los misterios inusitados que la existencia entrega. Tono grave, solemne, acentuación clásica, encabalgamientos para determinar un ritmo más ágil, sin tanta sujeción a la métrica.. Diez instancias de un canto único, elaborado en eneasílabos y endecasílabos (9 y 11 sílabas), hacen de La flama en el espejo, una travesía espiritual. De manera que el despertar se vuelve ave de presa que desciende en círculos crueles, mientras que el amor se revela como fuego que trasmuta a la materia. El silencio, desde luego, está consagrado al canto.
El tiempo, envejecido (segundo canto), crece y se encamina hacia su forma. De manera que, paulatinamente, se funden “los cánticos futuros”. La palabra se crea, transparente:

Y evoca la flama en el espejo.
y en el territorio ennegrecido
de raíces primitivas, pone
los cimientos músicos del fuego
a la ciudad oro...
     (p. 19).

            El amor (tercer canto) hace que resuenen vivientes los metales del alma, aunque en la palabra asoma la sabiduría. Ante la dicha, el corazón tiembla hasta incendiarse.
            El cántico cuarto reitera la presencia de la palabra antigua, invocada desde el origen, desde las bocas no saciadas, Por supuesto que el silencio s derrama sobre las casas y hace leve a la “gravísima roca”. El amor siempre es la respuesta:

                        Desde su nudo a ciegas, suena
                        su armazón violeta, suena
                        encogida en su hervor la sola
                        fuente del conjuro que te llama”.
                                                                   (p. 33)
            El clamor metafísico (canto cinco) cobra relevancia:

                        ¿Dónde la salvación? ¿Delante
                        de qué trono en sombras me consumo?
                                                                             (p. 41)

                        ... bestia
                        con trenza de hombre, el ángel vierte
                        su absorto cántaro atmosférico.
                                                                        (Ibíd.)

La luminosidad desnuda, el alma, el seseo del amor (canto seis). La luz vela los umbrales del espíritu. También es plegaria o “remotos murmullos de tormenta” (p. 55).
Es evidente que la amada reina (canto siete) y
                        ... la mesa de bodas
                        se goza en carne viva, en fuego
                        de perfectos dientes. Sol de espinas.
                                                                        (p. 59)

            En el canto ocho se establece un parangón entre la materia y el canto:
                        La lengua
                        se desnuda comprensible
    (p. 67)
            En el canto nueve hay elementos suficientes como para hablar del En-Sof hebreo, puesto que se refiere al silencio previo a la voz, al mutismo sacro que se articula para modular al logos:

                        ¿Soy alguien yo?, te preguntabas
                        dentro de lo oscuro, en el silencio
                        anterior a la palabra oculta...

            En este único poema, que sirve de umbral y pórtico (canto diez) la visión se clarifica y la muerte ofrece remota la memoria. Ante la resurrección se vislumbra “la ternura del alba” (p. 67)
            La flama en el espejo representa una travesía, un conjuro, donde la tradición fluye y confluye para reflexionar líricamente sobre la existencia, que cobra realidad mediante la palabra.

Rubén Bonifaz Nuño, La flama en el espejo, FCE, Letras Mexicanas, No. 104, Méx., 1971, 87 pp.