martes, mayo 24, 2011

Mayo 21, 2011

EL FIN DEL MUNDO

Hoy me enteré que ayer ocurrió el fin del mundo. Y la verdad es que me entusiasmé por tan magno acontecimiento, porque después de todo, dije, las cuestiones místicas y míticas dejaron de tener sentido. Esa es una realidad. A quién diablos le importa si existe el cielo o el infierno o si la izquierda mexicana está, ahora, en manos de expriístas (o mejor dicho: de priístas arrepentidos, porque finalmente los colores del sol azteca son una verdadera metáfora pragmática-ideológica: propuestas amarillas, intenciones negras. Se amparan en la democracia, pero sus actitudes y acciones son intolerantes).
Sí, ante el fin del mundo que sobrevino ayer 21 de mayo de este 2011, la presencia del PAN en la Presidencia de la República se vuelve inocua, aunque la debacle es inicua no sólo para el PRI o para el PRD sino para los ciudadanos. Sin ideología, sin la sensibilidad social del partido azul y blanco, México es el gran perdedor. Con este escenario, en el 2012 los mexicanos pasaremos otra vez del sufragio al naufragio.
         Ante el fin del mundo que ayer sucedió, la situación política imperante en este país llamado México o, en su versión reducida denominada el Estado de México, se llega al sin sentido, pues ¿a quién carambas le importa el Santa Claus pejerredista o el Manso Mena? El fin del mundo acaeció ayer. Y puso las íes bajo los puntos porque a quién diablos le interesa el asunto de los ninis españoles, o mexicanos (que ni canchan ni pichan ni dejan batear, aunque la primera frase que balbucean es: “no estoy de acuerdo”, o “yo creo”, como si estar o no acordes ante la realidad fuese importante), mientras la despistada mujer mexicana aún sigue pensando “escaparse del falocentrismo”, como invocaban las viejas feministas angloestadounidenses.
Hoy me enteré, decía, que el mundo concluyó ayer, pese a que la ciudadanía ignora las normas más elementales, mientras que la palabra “prohibir” se vuelve letra muerta. Pero tampoco los políticos y dirigentes sindicales han sabido hablarle a la sociedad mexicana y ésta desconfía del gobierno y de los partidos políticos; aunque algunas voces postulan un nuevo pacto social o reconfigurar al país a través de una reforma constitucional, política, fiscal, etc.
¿Esta es, en verdad, la solución?, ¿para qué carajos firmar manifiestos y participar en marchas que sólo sirven para arrojar la presión e impedir que la caldera social estalle? Las huestes –iba a escribir “mafias”– sicilianas sin querer queriendo le hacen el juego al sistema político mexicano. Ningún discurso medianamente bien articulado ha surgido de los plumíferos cooptados por el Sistema Nacional de Creadores del Fonca o de quienes han sido maniatados con los Premios Bellas Artes del INBA, dependiente –por supuesto– del CNCA.
Cierto. Como segmento de un rito mediático, aburrido e intransigente, ayer aconteció el fin del mundo a pesar de que muchas féminas despistadas siguen rumiando en una posible teoría sobre la psiquis o el ser femenino configurada por el cuerpo, el desarrollo del lenguaje y el papel del sexo en la sociedad, para gloria de la humanidad giratoria, como decía López Velarde.
Y aunque hoy me enteré que ayer el mundo se fue al carajo, supe que con él también se fue este México nuestro que se debate entre la violencia y la impunidad, entre el desconsuelo y el desamparo, entre la demagogia y el tejido social que se descompone.

A un año de su fallecimiento (1928-2010) Enoch Cancino Casahonda

Semántica de la Nostalgia
Vivir la existencia, detenerse ante la revelación cotidiana de las pequeñas cosas, las de siempre, las que nos sonríen y duelen y nos sobrecogen. Tal es, de facto, el sentido de la poesía. Y tal la función del poeta: entregarnos la substancia álmica del mundo, del hombre; reflejar la realidad insondable que se abre al conjunto de la mirada estricta, penetrante, del hombre sensible. También es indudable que los surcos del tiempo imprimen resonancias en la existencia, provocando sensaciones en el recuerdo. Quizá la memoria sea eso: un murmullo en el tráfago del camino. La memoria como acto volitivo, espacio de conciencia para la reconstrucción consciente donde se valúan intenciones con el mundo exterior, generando una semántica de la nostalgia.
En la expresión poética la existencia –luminosa, renovada– prevalece en el espacio de la voz. Tal vez por ello los versos buscan la transparencia significativa a través del asombro que emerge en cada línea escrita. El silencio, además, expresa más que la Palabra misma: constituye un valor fónico y determina el horizonte semántico. El mutismo como ámbito oracular, con una expresión de sentido, de capacidad primordial, provoca una imagen sonora y, por lo mismo, de vectorial significado. Desde luego que a lo largo de las instancias, se trasmina la percepción del origen compartido; el mundo constituye ese juego voraz que nombra un destino, que postula satisfacciones, soslayando los procesos sociales. El sujeto lírico, el Yo poético, se revela como el centro del mundo.
Es interesante advertir cómo las imágenes revelan la emoción del instante; la función emotiva con una existencia propia y alcanza categorías nominales y verbales. Por ende, en la poesía se registra la voraz transitoriedad del mundo y su repercusión inmediata en la existencia, de manera que emotivamente hablando, todo se vuelve testamento, testimonio, y conforman este universo de sonoridades. El ritmo, la intención, el verso ajustado, fijan una función ritualista, un ceremonial lúdico de palabras que recobran su vitalidad, su uso primigenio.
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martes, mayo 03, 2011

Según El poema seminal


En la literatura mexicana, el nombre de Óscar Wong es sinónimo de persistencia, de constancia. Durante 30 años ha luchado contra todo para forjar una escritura que se sostiene por sí misma, fiel al lenguaje, a la búsqueda de la poesía y a sus propias leyes internas. Sus raíces, la china y la chiapaneca, están plenamente amalgamadas en su trabajo creador, sin mostrarse aparatosamente. De ahí que su poesía es un continuo triunfo sobre la armazón idiomática de que está hecha. Además, el magisterio casi silencioso y la continua indagación crítica de que ha hecho alarde, sostiene a Wong como alguien que ha podido superar con creces las limitaciones del capillismo y el sectarismo, tan marcado en estas lides.
Todas las cosas arden si te miro.
Todas las piedras germinan si te amo.
Óscar Wong