TODO SE TRANSFIGURA Y ES
SAGRADO
Por Óscar Wong
Como experiencia de vida, que
se transmite a través de un código, de un discurso literario, la Poesía revela otras
dimensiones más profundas o últimas. Pero aquí el sentimiento es básico, no la
razón. Más que ejercicio escritural, la voz más entera del hombre se abre a
nuevos territorios, invocando y convocando la inseparable magnitud del hombre.
Así, el poeta es el hombre que camina vendado a la orilla del abismo, como
precisa Octavio Paz en Las peras del olmo. Percepción
emocional, vínculo significativo entre el sonido y el significado, la Poesía se estremece en cada
línea, en cada imagen hasta lograr lo que algunos autores determinan en tanto
cópula semántica.
La lectura –y la escritura, agregaría– no es una simple vía para el
conocimiento, sino una concepción de vida, puesto que reflexionar sobre la Palabra es tanto como
accionar sobre el mundo. Desde esta perspectiva, la tradición judía considera
el ejercicio de leer una actividad ritualista por excelencia, ya que persiste
un vínculo muy profundo entre la existencia del hombre con la esfera de lo
divino.
Leer no sólo significa
interpretar, sino también generar movimiento. La Escritura es kinética.
Si estudiar a la Torah
es mantener al mundo en movimiento, la lectura representa un ritual de vida, es
la gestación de la historia, aborda incluso la re-creación del mundo. Leer es
participar de la creación. Es decir, el Texto es un corpus simbólico mediante
el cual Dios se manifiesta a los hombres, por eso la Escritura lo contiene y
lo revela. "Es necesario bajar a las tinieblas para recuperar la visión de
lo luminoso, es por eso que Dios crea a partir del caos, de lo negro, de <la
flama oscura> de la escritura".
Pero si nombrar da sentido,
significado, también representa llenar un vacío, completar un espacio. Por eso Dios, al nombrar, ordenó lo informe,
puso orden en el caos. "Es así como en otro
momento, anterior quizás a toda articulación lingüística, el hombre y la
naturaleza hablaron la misma lengua; pero ahora, <<nuestra morada>>
se ha convertido en ruinas". Ciertamente, aún resuenan las palabras
primigenias: "En el
principio...".
Por supuesto que en la Palabra hay conmoción, estremecimiento: asombro.
Frente al vacío, el horror. Bereshit.
Y es que la Palabra
nombra, califica, determina. Comunión y alquimia. Fragmentos de la naturaleza y
del alma humana conformando el sonido. Sacralidad de la Palabra , hieratismo de la Escritura. Por
ende, todo Escriba no es más que un celebrante que invoca y convoca al mundo. Inventor
de signos que hablan, el Poeta también es un oficiante que revela palabras
cargadas de emoción. Eusebeia. Si la
sacralidad del mundo es vivencia de los hombres, ésta también manifiesta una
forma de vida, de conciencia. Octavio Paz precisaba de manera contundente: Todo se transfigura y es sagrado.
En este orden de ideas es
válido reconocer al Verbo como principio. Palabra y locución, logos y mythos profundamente vinculados. Y más en las sociedades orales
donde originalmente funcionaban como transmisores de cultura, servían para
declarar lo que son las cosas. Indiscutiblemente aún persiste la relación entre
la razón y la sensibilidad, entre el mito y la historia. Hay un sentido sacro
del conocimiento a partir de la Palabra. Incluso "Heráclito discutió el
logos como principio informador de la cosmología, del Kosmos. Según Heráclito,
el principal nombre de Dios es Suprema Razón, Logos; y en un aspecto diferente,
<<el Ser Sabio>> o aún el <<Único Ser Sabio>>".
Pero, ¿cómo es posible que
en pleno siglo XXI aún reflexionemos sobre el sentido sacro de la Poesía ?, ¿es válido
examinarlo en este ámbito contemporáneo? La especulación parte de que la Poesía es creación verbal
por excelencia. De ahí la importancia de la metábolé,
de la modificación de una cosa en otra. Al nombrar, el poeta transforma al
mundo. Por algo los griegos denominaron a este acto póieses, creación. La
Poesía es, aparentemente, un conjunto de sonidos de los
cuales emana un sentido, un significado. Aquí, evidentemente, el estrato
fónico, sonoro, es condición previa del significado y constituye parte
integrante del efecto estético. El significado no prevalece sobre el sonido ni
éste sobre el sentido. Hay un equilibrio. Sin duda lo que se denomina en tanto
eufonía considera dos vertientes: la ejecución (lo que algunos destinan como
interpretación) y la estructura de sonido; la estructura prevalece sobre la
primera.
Por otra parte, Octavio Paz
en El arco y la lira acepta que el
poema constituye un producto social y que responde a un modo histórico determinado,
aunque sostiene que la experiencia poética es irreductible. Con una visión
bastante lírica, Paz analiza la naturaleza del poema y desglosa sus
componentes, como son el lenguaje, el ritmo y la imagen. Con una prosa
brillante y una lucidez notable, el autor examina el decir poético y su
significación, sin olvidar el aspecto, a veces espinoso, de la llamada
inspiración.