domingo, abril 20, 2014


LA PASIÓN EN LA LITERATURA

 

Por Óscar Wong

 

 

Charlar sobre literatura sacra, concretamente sobre el episodio de La Pasión de Jesús, llamado El Cristo (“El Ungido”) exige, de entrada, algunas consideraciones: mi enfoque de estas expresiones religiosas parte de la perspectiva cultural, no de un devoto, por lo cual mi óptica será evidentemente objetiva, abordando los textos populares producidos al derredor del mismo tema, ver su estructura y validez estética.

A partir de lo anterior, preciso que si el término literatura deviene del latín littera (letra), todo escrito puede considerarse como tal. El ámbito sagrado, o sacro, involucra el culto divino. Así que literatura sagrada son todos aquellos libros que se refieren a la teología y la adoración de la Divinidad. La Torah, El Zohar, El Corán, La Biblia, El libro de Mormón, Doctrina y Convenios, La Perla de Gran Precio, por ejemplo, corresponden a este rubro. Podemos agregar las escrituras sagradas del Hinduismo (los Vedas y los Upanishad). Todos, insisto, se atribuyen a la inspiración divina.

Para los cristianos, la trama bíblica se origina en el amor, se desarrolla en el amor y persigue una meta de amor. Por eso Evangelio significa La Buena nueva: trata de la gozosa noticia de la salvación. Pero si revelar es descubrir, descorrer el velo, la resurrección de Cristo significa, para los creyentes, el imperio total sobre la vida y la muerte. El Verbo de Dios –La Revelación– fue entregado como palabra y como acontecimiento.

En el libro Amor y Occidente (1938), Denis de Rougemont analiza a los cátaros o perfectos y su relación con los trovadores provenzales del siglo XII, en el sur de Francia. Ahí, el autor suizo es meticuloso al indicar: “Amor es pasión y pasión significa sufrimiento”. Entonces entendemos que la Pasión de Jesús se refiere al padecimiento de ese hombre, que inicia después de la Última cena con su aprehensión, proceso, martirio y crucifixión.

Es importante reconocer que en este episodio concurren varias vertientes:

·        en principio la relación madre e hijo, un vínculo que deviene desde la antigüedad, como lo han señalado Robert Graves, James Frazer, Rianne Eisler, Anne Baring y Jules Cashford, entre otros autores

 

·         la concepción de María sin cópula humana previa (como la antigua Diosa Madre, no necesita de varón para concebir); por otra parte, la fertilidad en las mujeres se renueva después del parto, de ahí el aspecto de pureza renovada, perenne: “La virginidad era para la gente de la antigüedad, en su sabiduría, una gracia que no se perdía, sino que se renovaba eternamente; de ahí la doncellez inmortal de Afrodita” (Cf. Anne Baring/Jules Cashford, El mito de la diosa. Evolución de una imagen, 2005: 407),

·        Asumir a María Virgen como la madre de Dios: el movimiento cátaro, esa gran herejía que culminó en la hoguera, después de la caída de Montsegur la noche del 16 de enero de 1244 y que culminó en la hoguera, postulaba, pese a la oposición del canon de la iglesia oficial, la concepción sin mácula de María. Curiosamente el Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus acepta esta postura e instituye esta festividad.

·        la resurrección de Jesús: recordemos que los cultos secretos de muerte y resurrección en el Mediterráneo oriental concebía al héroe como “el hombre que podía ir al mundo de los espíritus, al mundo de los muertos, y regresar vivo (...) Y como sabemos hoy día por la investigación de los mitos y los rituales antiguos, el mismo cristianismo fue un competidor de los cultos secretos y triunfó (entre otras razones) porque también presentó a un curandero con poderes sobrenaturales que había resucitado entre los muertos”. (Cf. Ernest Becker, El eclipse de la muerte, Méx., 1977: 32-33). Y, por supuesto

·        El cáliz, donde algunos consideran que Pedro de Arimatea recogió la sangre de El Ungido y otros postulan que sirvió para el sacramento en La ultima cena y metamorfoseado en El Grial (San Grial, en provenzal, sangre real) y que ha concebido especulaciones, mitos, etc.

Aparte de lo que se precisa en los Evangelios y las cartas de Pablo, se describe la pasión en al menos dos de los evangelios apócrifos: el de Nicodemo y el de Pedro. En La Leyenda Dorada, Santiago de Vorágine tiene unos apartados sobre La Pasión, la Invención de la Cruz y la Exaltación de la Cruz. Gibrán Khalil Gibrán también toca el tema en "Jesús, el hijo del hombre" y Juvencio en "La historia evangélica", libro IV. Como novelas, en formas más o menos alejadas del relato de la Biblia, están: Nikos Kazantakis, La última tentación; José Saramago: El evangelio según Jesucristo; Robert Graves, Rey Jesús; Pär Lagerkvist, Barrabás.

Por otra parte, Ernest Hemingway, en el cuento Hoy es viernes, del libro "Hombres sin Mujeres" (1927) trata de unos soldados romanos comentando en una taberna lo que pasó durante el Viernes Santo. En cuento para niños, aunque es sólo a modo de referencia, estaría "Marcelino pan y vino". En el caso de Sor Juana, El Divino Narciso sí trata en gran medida sobre la Pasión. Y la famosa Carta Atenagórica (aunque es más bien una polémica teológica, tiene mucho que ver con el sentido de la Pasión). También El divino Orfeo, de Calderón de la Barca. Miguel de Unamuno: Tiene muchos poemas religiosos, algunos centrados en la Pasión, en especial en el poemario "El Cristo de Velázquez". Vale la pena recordar el siguiente poema de Antonio Machado (Sevilla, 1875-Francia, 1939):

 

Oh, la saeta, el cantar

al Cristo de los gitanos,

siempre con sangre en las manos,

siempre por desenclavar!

¡Cantar del pueblo andaluz,

que todas las primaveras

anda pidiendo escaleras

para subir a la cruz!

Cantar de la tierra mía,

que echa flores

al Jesús de la agonía,

y es la fe de mis mayores!

¡Oh, no eres tú mi cantar!

¡No puedo cantar, ni quiero

a ese Jesús del madero,

Volviendo a Unamuno, en el ensayo "Del sentimiento trágico de la vida" y "La agonía del cristianismo" hay varias referencias a la Pasión, pero distribuidas a lo largo de los textos.


Dice, por ejemplo: "El Cristo de Velázquez no acaba de morir para darnos vida" (Cf. Del sentimiento trágico de la vida), o bien el aserto siguiente: "La Pasión de Cristo fue el centro del culto cristiano" (Cf. La agonía del cristianismo). Sören Kierkegaard en "La enfermedad mortal" presenta dos capítulos que reflexionan sobre la Pasión. En "El concepto de la angustia" hay constantes referencias al pecado, pero no hay nada directamente relacionado con la Pasión. En la Biblia, en el libro de Isaías, están los tres cantos del Siervo de Dios, que son interpretados como proféticos (Is 49,1-6, Is 50,4-9 e Is 52,13-53,12), sobre todo el tercero, que es el anuncio de la Pasión. Y ya que volvimos al Libro de los Libros (73, en la Nacar Colunga), vale la pena destacar a los cuatro amanuenses: Mateos, Marcos, Lucas y Juan, quien es el único testigo de la crucifixión[1].


Los siglos de Oro español tienen muchas muestras de poemas religiosos con dicha temática, así como leyendas que hablan sobre este acontecimiento narrado por Mateo (27: 51-53). Plantas y pájaros tienen una participación en estos acontecimientos. Las golondrinas aún guardan señales del luctuoso suceso: “las manchas rojizas de su pecho son huellas de la sangre de Cristo cuando intentaron quitarle las espinas de la frente, procedentes de la áspera corona (que, unas veces, se nos dice que está hecha con espinas y en alguna ocasión con juncos marinos, tal como ocurre en el poeta barroco Enríquez de Arana)”. [Cf. Antonio Cruz Casado, Los pájaros en la Pasión de Cristo][2]


Alguna saeta andaluza recuerda la leyenda:

 

Ya vienen las golondrinas

con su pico tan sereno

a quitarle las espinas

a Jesús el Nazareno[3].

 

         En los cantares populares de Andalucía –sigue Antonio Cruz Casado– que en momentos pueden asimilarse a la saeta, hay referencias cotidianas de las aves con referencias a la Pasión:


 

Al negar San Pedro a Cristo

cantó el gallo por tres veces,

cuantas lo habrás tú negao

que tu gallo canta siempre[4]

 

“El mismo motivo –sigue Antonio Cruz Casado– aparece en otra composición popular:

 

En el patio de Caifás

cantó el gallo y dijo Pedro:

Yo no conozco este hombre,

ni fue nunca mi maestro[5]

 

            En momentos, la poesía culta pretende enlazarse con esta tradición, como ocurre con el poeta andaluz Francisco Villaespesa, quien evoca “la tradición piadosa de la golondrina en varios versos de un poema que recita Sybila en la obra teatral El rey Galaor, tragedia inspirada en el portugués Eugenio de Castro. Se trata –dice Antonio Cruz Casado– de una composición en la que una hermana pregunta a diversos elementos de un paisaje claramente interiorizado, como el peregrino o la luna, por su hermano perdido: también se dirige a la golondrina indagando noticias del ausente. Es la melancólica composición que empieza diciendo "En tierras lejanas / tengo yo una hermana[6]. La estrofa completa indica que el pájaro no da respuesta:

 

Y a la golondrina

que en sus rejas trina

dice con dulzura:

"¡Por aquella espina

que arrancaste a Cristo,

dime si le has visto

cruzar la llanura!"

El ave su queja

lanza temerosa,

y en la tarde rosa

bajo el sol se aleja.

 

            El mismo Villaespesa, en una de las composiciones tituladas "Saetas", del libro Andalucía (1910), asocia a la golondrina con la paloma:

 

Tinta en sangre una paloma

en mi huerto se ha parado.

Yo le dije: "¿Por qué sangras,

blanca paloma del campo?"

 

"Vi pasar al Nazareno

con el madero arrastrando,

y con mis alas la sangre

de sus sienes he enjugado".

 

Le dije a la golondrina

que en mis rejas se ha parado:

"¿Qué rama de coral traes

entre tu pico colgando?"

 

"No es coral. Es una espina

que en la cumbre del Calvario

he arrancado de las sienes

de Jesús crucificado".

 

¡Golondrinas y palomas,

nadie debiera mataros,

porque enjugasteis la sangre

de Jesús Crucificado![7]

 

“El motivo –concluye Cruz Casado– vuelve a aparecer de nuevo en el poema titulado "La saeta" (Ibid., II: 840-841), de la serie "Semana Santa", perteneciente al libro Panderetas sevillanas, del mismo autor almeriense, con el que queremos terminar, incluyéndolo completo, como homenaje a ese cante dulce y amargo de nuestra tierra, en el que también las golondrinas han dejado su grácil sombra negra y rojiza[8]:

 

Bajo la clara comba del firmamento,

más azul que los cielos de Palestina,

la procesión del Jueves Santo, camina,

ondulando en las calles con paso lento.

 

Sobre la sien de un Cristo, para un momento

su vuelo fugitivo la golondrina.

Redoblan los tambores, a la sordina,

y el oro de los cirios tiembla en el viento.

 

Un treno funerario solloza el coro...

La matraca su ronco gemir acalla...

La multitud medrosa se oprime inquieta...

 

¡Y en el azul del cielo, bordado en oro,

cual cohete de angustia, de pronto estalla

la voz desgarradora de una saeta![9]

 

            En determinados momentos, algunos escritores han provocado perturbación en los creyentes y algunas expectativas entre quienes vuelven los ojos a la antigua sabiduría, al conocimiento de la Diosa madre, entronizada desde el Paleolítico. Un caso reciente: la novela de José Saramago: El evangelio según Jesucristo (1991) y el Código Da Vinci (2003), de Dan Brown, donde se toca el origen de la religión y sus vínculos con algunos mitos y ritos, donde se cuestionan algunos elementos del canon, como son la figura de María Magdalena. Para entender algunos guiños que sugieren estos autores, recomendaría la lectura de María Magdalena. La diosa prohibida del cristianismo, de Lynn Picknett (Edit. Océano, Méx., 2005). Un párrafo puede ser esclarecedor:

            “La conocida fusión de María Magdalena, María de Betania (la hermana de Lázaro) y la <pecadora anónima> que unge a Jesús en el Evangelio de Lucas siempre ha sido calurosamente debatida. La Iglesia Católica decidió, en fechas muy tempranas, que esos tres personajes eran uno solo, aunque cambió de posición en época reciente, en 1999. La identificación de María como prostituta procede de la Homilía 33 del papa Gregorio I, pronunciada en 591, en la que declaró:

            “La que Lucas llama pecadora y Juan, María, creemos que es la María de la que según Marcos fueron echados siete demonios. ¿Y qué sino todos los vicios significan esos siete demonios?... Es claro, hermanos, que esa mujer usó antes el ungüento para perfumar su carne en actos ilícitos. “La Iglesia ortodoxa siempre ha distinguido entre María Magdalena y María de Betania”. Hay, por supuesto, otros elementos y otros autores que buscan referentes y conexiones con la antigua sabiduría, en esos ritos que algunos denominan paganos y que yo simplemente designo como pre-cristianos. Por eso, la pregunta del poeta inglés Robert Graves es vital: “¿Cuál será el porvenir de la religión en Occidente?”. Y responde: los “defectos” de la civilización europea es determinar que la comunión del alma con Dios y su salvación eterna es la finalidad de la existencia, lo único “por los que vale la pena vivir” (Cf. La diosa blanca: 646). Sin embargo, si a esto se agrega la subordinación del individuo al bienestar del Estado, el asunto se agrava:

los gentiles cristianos primitivos tomaron de los profetas hebreos los dos conceptos religiosos, hasta entonces desconocidos en Occidente, que se han convertido en las causas principales de nuestra inquietud: el de un Dios patriarcal, que se niega a tener trato alguno con diosas y pretende ser autosuficiente y sapientísimo, y el de una sociedad teocrática, desdeñosa de las pompas y glorias de este mundo, en la que todo el que cumple debidamente sus deberes cívicos es un <<hijo de Dios>> con derecho a la salvación, cualquiera que sea su categoría o su fortuna, en virtud de su directa comunión con el Padre

(op. cit.: 648).

            La discusión que plantea el poeta inglés es interesante, porque el cristianismo se basa en un complejo de decisiones jurídicas tomadas bajo presión política de un antiguo litigio acerca de los derechos religiosos entre los seguidores de la Diosa Madre y los del dios Padre Usurpador, precisa Graves. Pero eso ya es motivo de otra charla más amplia.

 

            México, D. F. abril 10 de 2014


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



[1] De 1070 versículos en Mateos, 330 son propios, 330-370 son comunes con Marcos y Lucas; 170-180 solo con Marcos y 30-240 solo con Lucas. De los 667 versículos de Marcos, 68 son originales, 330-370 son compartidos con Mateos y Lucas, 170-180 solo con Mateos y 50 con Lucas. En el caso de éste, de sus 1158 versículos, 541 son particulares, 330-340 comunes con Mateos y Marcos.
[2] Nuevo Testamento, trad. Eloíno Nácar Fuster y Alberto Colunga Cueto, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1970: 127-128. Los restantes evangelios canónicos son especialmente parcos en este tipo de noticias; el de San Marcos sólo indica que "el velo del templo se partió en dos partes de arriba abajo", 15, 38; el de San Lucas que "las tinieblas cubrieron toda la tierra hasta la hora de nona, obscurecióse el sol y el velo del templo se rasgó por medio", 23, 44-45, en tanto que el de San Juan nada dice al respecto.
[3] Cuarteta octosilábica rimando 1º. con 3º y 2º. con 4º vv.
[4] Apud Juan Alberto Fernández Bañuls y José María Pérez Orozco, en La poesía flamenca lírica en andaluz, Sevilla, Consejería de Cultura, 1983: 251. Los versos son octosilábicos, con rima asonante en el 2º y 4o vv.  y 1º y 3º, libres.
[5] Ibid.: 334. Los octosílabos, con rima asonante en 2º y 4º vv., son más adecuados para cantar una historia, como ocurre en los romances españoles y corridos mexicanos.
[6] "Apud Francisco Villaespesa, Teatro escogido, Madrid, 1963: 381. El mismo poema se incluye también en el libro del mismo autor Rapsodias [1900-1901]; puede verse en la edición de las Poesías completas, ed. Federico de Mendizabal, Madrid, Aguilar, 1954, I: 208-209, con el título de "La hermana".); es esta figura nostálgica la que, dirigiéndose a la golondrina, le pide "por aquella espina / que arrancaste a Cristo,/ dime si le has visto / cruzar la llanura". Los vv. Son hexasílabos. La estructura rítmica corresponde a lo que se indica: 1º y 2º,  pareados; repiten los dísticos (5º y 6º vv.) y rima enlazada en 8º y 11º vv., así como  en 9º y 10º vv.
[7] Las cinco cuartetas octosilábicas tienen estructura similar: rima en 2º y 4º vv. con 1º. y 3º. vv. libres.
[8] Cf. Vicente García de Diego, Antología de leyendas de la literatura universal, Barcelona, Labor, 1958, vol. I: 22.
[9] El soneto, en clásicos endecasílabos los cuartetos asumen la rima ABBA, mientras que en los tercetos la rima es como se indica: 9º y 12º vv, 10º y 13º vv y 11º con 14º vv.

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