martes, mayo 24, 2011

A un año de su fallecimiento (1928-2010) Enoch Cancino Casahonda

Semántica de la Nostalgia
Vivir la existencia, detenerse ante la revelación cotidiana de las pequeñas cosas, las de siempre, las que nos sonríen y duelen y nos sobrecogen. Tal es, de facto, el sentido de la poesía. Y tal la función del poeta: entregarnos la substancia álmica del mundo, del hombre; reflejar la realidad insondable que se abre al conjunto de la mirada estricta, penetrante, del hombre sensible. También es indudable que los surcos del tiempo imprimen resonancias en la existencia, provocando sensaciones en el recuerdo. Quizá la memoria sea eso: un murmullo en el tráfago del camino. La memoria como acto volitivo, espacio de conciencia para la reconstrucción consciente donde se valúan intenciones con el mundo exterior, generando una semántica de la nostalgia.
En la expresión poética la existencia –luminosa, renovada– prevalece en el espacio de la voz. Tal vez por ello los versos buscan la transparencia significativa a través del asombro que emerge en cada línea escrita. El silencio, además, expresa más que la Palabra misma: constituye un valor fónico y determina el horizonte semántico. El mutismo como ámbito oracular, con una expresión de sentido, de capacidad primordial, provoca una imagen sonora y, por lo mismo, de vectorial significado. Desde luego que a lo largo de las instancias, se trasmina la percepción del origen compartido; el mundo constituye ese juego voraz que nombra un destino, que postula satisfacciones, soslayando los procesos sociales. El sujeto lírico, el Yo poético, se revela como el centro del mundo.
Es interesante advertir cómo las imágenes revelan la emoción del instante; la función emotiva con una existencia propia y alcanza categorías nominales y verbales. Por ende, en la poesía se registra la voraz transitoriedad del mundo y su repercusión inmediata en la existencia, de manera que emotivamente hablando, todo se vuelve testamento, testimonio, y conforman este universo de sonoridades. El ritmo, la intención, el verso ajustado, fijan una función ritualista, un ceremonial lúdico de palabras que recobran su vitalidad, su uso primigenio.
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