LAS ÍES BAJO LOS PUNTOS
PEQUEÑO ESPACIO DE SIRENA
Por Óscar Wong
Y cuando despertó El Hechicero estaba
ahí, aguardando en el mutismo. Ella en la escarchada caracola, argumentando
sobre las dimensiones del silencio: el En-sof
hebreo, previo, sacro. Y el otro, terrible y desgarrador, que duele y
petrifica. La sirena ya no duerme. Y ni la escarcha la recubre. Transita
del marino abismo a la arena de la orilla. La luz molesta, aunque fascina. Y
atrae –dice– con ese encanto mortal que hace a un gato perder de golpe sus
nueve vidas en una curiosidad fatal. “De cualquier manera –delibera–, no en
vano los años me han dado la maestría de encontrar –siempre– una salida de
regreso a mi lejana caracola.
Transita
por la arena. Camina y percibe cómo la marea que provoca El Descifrador de
signos sube lentamente. Y retrocede,
juega con las olas jubilosas. Y le encantan. Se instala horas enteras para verlas
ir y venir. Por eso sabe que avanzan, van ganando terreno a su islote temporal.
De pronto ya cubren sus pies y se aleja. Aunque sabe que no queda mucho terreno
a dónde subir, porque por eso es un islote: diminuto, apenas un espacio lejano
a salvo del mundo donde la sirena sube a tomar luz, aire, calor solar; a
escuchar al viento, ver la Luna con otros ojos, oler, probar… ser.”
Insiste la
sirena: “Puedo dar más y más vueltas a mi pequeño espacio, y la marea continúa
subiendo a pausas, con lentitud. Como si no quisieras me diera cuenta que
intentas rodearme por completo suavemente, para que no me asuste y escape. Pero
lo advierto. Conozco mi islote y sé que vas ganando terreno con toda la
gentileza posible. Sin violentas crestas. También sabes que en cualquier
instante puedo brincar al agua y sumergirme a mi caracola o simplemente
perderme hacia cualquier otra que encuentre en otro distante abismo. Por eso
–MiPo– haces olas apenas perceptibles, sin que retrocedan. Por eso tampoco
brinco. Ignoro hasta dónde llegará este baile. No puedo saberlo… sólo bailándolo”.
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