LAS “ÍES BAJO LOS PUNTOS
EL ALTAR DEL CANTO
CRECE
Óscar Wong
En el Reino
Celeste (la antigua China), respondía al espíritu de los tigres que al morir
transmutaban en dicha resina. Adorado por los seguidores de la diosa Madre en
tiempos clásicos, pues contenía la esencia misma de la vida, constituye la sustancia más arcaica
usada para la fabricación de joyería (hay piezas que datan del año 8000 AC ). Utilizado para
todos los propósitos en la magia, brujos y brujas wiccas en el presente, junto
con el azabache, lo usan en sus rituales e incluso se le llama “collar de
bruja” porque aumenta el poder mágico (representan a la Diosa, el principio
femenino [ámbar] y al Dios, el masculino [azabache]). Si un dije aumenta la
belleza de quien lo lleva puesto, un collar atrae amigos y compañeros y
estimula la felicidad. También se utiliza para atraer el amor y aumentar el
placer sexual. Por su antigüedad, como contenedora de vida, coadyuva a
contactar con el pasado y, por lo tanto, con las vidas pretéritas, para aprender
de ellas y seguir nuestro camino en el día a día.
Pero Ella, de mirada dulce y transparente, viaja
con su carga de sueños. La sonrisa cristalina se llena de parajes y distancias,
exteriorizando la belleza que va asumiendo, asimilando. Montevideo y Yajalón, Buenos
Aires o Tuxtla Gutiérrez, territorios que el instante va devorando, como resina
fosilizada de árboles coníferos (como el Pino), del periodo oligoceno. De tacto cálido, su piel trastoca
en “elektron” al ojo que la mira, produciendo electricidad
estática. Y la doncella asume
el arquetipo, la carga mítica, mágica, legendaria. Después de todo, Ámbar es su
nombre. Nombre mágico y sagrado. Por eso, al pronunciarlo con
reverencia, las sílabas producen un toque eléctrico. Íntimamente entreverados, destino y nombre se
conciben cual conjuros y presagios. Ámbar, murmuro. Y el altar del canto
crece, forja un dulce relámpago espiritual y la armonía vuelve al universo.
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