domingo, noviembre 18, 2012


LAS “ÍES BAJO LOS PUNTOS

LLUVIA, SENCILLAMENTE LLUVIA

 

Óscar Wong

 

“Es lluvia, gotas de lluvia”, cantaba Enrique Guzmán allá por los años 60. Los chavalillos de esa edad –llamada ahora tercera– seguramente la recuerdan. O aquel filme clásico, “Cantando bajo la lluvia”. El tema llega a la poesía: desde Bécquer a Huidobro, de Sabines a Girondo, de Neruda a Pedro Salinas. Pero en esencia, la lluvia, en tanto agua, es uno de los cuatro elementos.

Humedad, fecundidad, son, entre otras cualidades, aspectos imprescindibles. El agua devora la tierra, extingue el fuego, se eleva hasta el aire, metamorfoseada en lluvia y vuelve a la tierra para fecundarla. Si bien la tierra es la base de todos los elementos (Madre primordial, es capaz de engendrar todas las cosas pues encierra la simiente de las mismas), el fuego la purifica. Dos signos con tales características (ying y yang), se complementan: mono y rata, en el calendario chino, por ejemplo, se perfeccionan, puesto que agua y tierra producen el alma viviente.

Si las pasiones del alma tienen una gran virtud, las Palabras y los Nombres de las cosas (y de las personas, agregaría) las tienen en grado sumo, de manera similar a los discursos y a las plegarias. Por supuesto que para ello hay que recordar, según el autor de “Filosofía oculta”, que hay dos clases de logos: la palabra interior (concepción del espíritu) y la palabra pronunciada (con la cual cobra realidad el espíritu). Por lo mismo, los nombres tienen en sí las fuerzas maravillosas de las cosas.

A través de conjuros e invocaciones –“poemas apropiados”, precisa Agrippa– se atraen virtudes excelentísimas y se cambia el mundo. El Nombre es destino. Por eso, si una mujer se llama Lluvia, automáticamente su presencia se vincula a la vasta esfera del encantamiento, de su poder concentrado. Nombre arquetípico, transformador, Lluvia transfigura la naturaleza misma del poema y del poeta.

 


 

 

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