LAS “ÍES BAJO LOS PUNTOS
¿UNA MORDIDITA?
Óscar Wong
Desde su dinámica inmovilidad, las
palabras estallan con sencillez: “Oh, sí. Sí lo soy”, mientras los finos dedos,
largos, atrapan con delicadeza una manzana gala. Y la interrogante brota
inmisericorde: “¿Una mordidita?”. La picara serenidad destaca en ese rostro
luminosamente bello. El sombrero de pico –negro, por supuesto–, resalta la
cabellera que simula el ala de un cuervo. Bruja, maga o hechicera, la mujer se
eleva desde su caracola, transformada en sirena o lamia, acaso valkiria que
revela su antigua iniciación. De Héva o Chavah, de Aggarath a Mochlat y Aisa,
las dos reinas de las astregas –Lilith y Nehema– se concilian en Ella. Las
esferas celestes son sus místicos dominios, el ámbito infernal representa el
escenario ideal para sus rituales y el territorio terregno conforma el linaje
cotidiano para sus encantamientos. ¿Quién desea, entonces, soportar un gramo de
sus tinieblas?
Si la Bleaudewed “despedaza”
hombres, la yegua y la cerda hacen realidad sus hechizos y conjuros. La
Nighmare asedia en sus dibujos. El graznido de Hécate viene y apacigua a las
brujas de Tesalia; no obstante, dicen los estudiosos, el Amor instaura el Orden
y la Belleza, manifestado en la explosión sexual. De manera que la mirada de
MiBru roba el alma, seduce, provoca la muerte, arroja al abismo a los que caen
perturbados por sus encantos.
MiBru, poeta y ama de casa, escribe
ahora y yo la percibo plenamente: “Cuando yo escucho el bambú –hojas de verde mar que se
mueven como un cardumen bailando de un lado a otro, bajo los caprichos del
viento que a veces los azota contra los troncos, otras los mece suavemente–, me detengo a disfrutar
cada instante de la melodía, a veces una canción de murmuros y silbidos. A
veces es un mar feroz, otras un mar alegre, otras es apenas un arroyo que va
remolcando piedras en su lecho. Otras es un escándalo de pájaros que lo
habitan: algunas es una batalla de espacios y otras es la persecución de los
polluelos a sus padres, chillando por alimento. Pero entonces, tengo que ver...
Y prefiero no ver; escuchar no me distrae y puedo ver adentro, con los ojos
cerrados, las imágenes fantásticas que el bambú me da cuando es agua verde en
mi ventana”.
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