domingo, noviembre 18, 2012


LAS “ÍES BAJO LOS PUNTOS

¿UNA MORDIDITA?

 

Óscar Wong

 

 

Desde su dinámica inmovilidad, las palabras estallan con sencillez: “Oh, sí. Sí lo soy”, mientras los finos dedos, largos, atrapan con delicadeza una manzana gala. Y la interrogante brota inmisericorde: “¿Una mordidita?”. La picara serenidad destaca en ese rostro luminosamente bello. El sombrero de pico –negro, por supuesto–, resalta la cabellera que simula el ala de un cuervo. Bruja, maga o hechicera, la mujer se eleva desde su caracola, transformada en sirena o lamia, acaso valkiria que revela su antigua iniciación. De Héva o Chavah, de Aggarath a Mochlat y Aisa, las dos reinas de las astregas –Lilith y Nehema– se concilian en Ella. Las esferas celestes son sus místicos dominios, el ámbito infernal representa el escenario ideal para sus rituales y el territorio terregno conforma el linaje cotidiano para sus encantamientos. ¿Quién desea, entonces, soportar un gramo de sus tinieblas?

Si la Bleaudewed “despedaza” hombres, la yegua y la cerda hacen realidad sus hechizos y conjuros. La Nighmare asedia en sus dibujos. El graznido de Hécate viene y apacigua a las brujas de Tesalia; no obstante, dicen los estudiosos, el Amor instaura el Orden y la Belleza, manifestado en la explosión sexual. De manera que la mirada de MiBru roba el alma, seduce, provoca la muerte, arroja al abismo a los que caen perturbados por sus encantos.

MiBru, poeta y ama de casa, escribe ahora y yo la percibo plenamente: “Cuando yo escucho el bambú hojas de verde mar que se mueven como un cardumen bailando de un lado a otro, bajo los caprichos del viento que a veces los azota contra los troncos, otras los mece suavemente–, me detengo a disfrutar cada instante de la melodía, a veces una canción de murmuros y silbidos. A veces es un mar feroz, otras un mar alegre, otras es apenas un arroyo que va remolcando piedras en su lecho. Otras es un escándalo de pájaros que lo habitan: algunas es una batalla de espacios y otras es la persecución de los polluelos a sus padres, chillando por alimento. Pero entonces, tengo que ver... Y prefiero no ver; escuchar no me distrae y puedo ver adentro, con los ojos cerrados, las imágenes fantásticas que el bambú me da cuando es agua verde en mi ventana”.

 


 

 

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